miércoles, 26 de enero de 2011

No hacían falta títulos - Capitulo 6 "Adios"

Disclaimer. Los personajes no me pertenecen.
Anime: Naruto - Personajes: Kiba y Hinata.

 
Sumary: Tal vez no hubiesen hablado del tema, quizás no se hubiesen declaro con palabras, pero ellos lo sabían. No hacían falta títulos, ni grandes declaraciones… No en su mundo al menos.


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No hacían falta títulos
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Capitulo 6: Adios
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Se despertó con los primeros rayos del sol. Buscó inútilmente a Kiba con la mirada, ella ya sabía que él se iría, lo había supuesto justo antes de dormirse. No tenía sentido que se quedase cuando la despedida perfecta había sido durante la noche. Sin embargo, pese a saber que eso era lo mejor y que si él estuviese allí, junto a ella, las cosas serían más difíciles, no pudo evitar soltar algunas lágrimas silenciosas.



Cuando fue a levantarse del piso se dio cuenta que algo la protegía de la brisa mañanera, la campera de él. Más lágrimas se escurrieron por sus mejillas. Pero aquello no tenía sentido, ella tenía que ser fuerte, lo tenía que ser por ambos. Se levantó con cuidado del césped, acomodó su kimono y comenzó a caminar de regreso a su casa. Lo único que evitaba que se desmoronase era saber que él aún no se había ido, que Kiba aún seguía cerca de ella.



No quiso siquiera imaginarse lo que pensarían los miembros de su Clan cuando la viesen entrando tan temprano, o tan tarde, con las mismas ropas con las que había salido la noche anterior y con una campera que claramente no era de ella. En cualquier otro momento hubiese reparado en las apariencias, pero la situación con Kiba nublaba cualquier otra preocupación. Una vez dentro de los terrenos de su clan fue directo a su casa, a su habitación. No había nada que quisiera hacer más que arrojarse a su cama y llorar como una niña pequeña.



Todas las fuerzas, toda la valentía que había conseguido acumular se había venido abajo. Le dolía perderlo, tenía miedo de que no regresase, no era así como quería que las cosas quedasen, aún tenía dudas, lo necesitaba a su lado. Pero no era posible, y sabía que lo mejor era no decir nada. No podía decir aquello que tanto le preocupaba pues eso lo preocuparía a él y Kiba solo tenía que pensar en su misión, tenía que concentrarse en ella para poder sobrevivir.



Rebuscó entre el cajón de ropa interior hasta encontrar la prueba de que todo lo que estaba sucediendo era real. Tomó entre sus manos el test que había realizado el día anterior. Aún no lo podía creer. Positivo, ella estaba embarazada. ¿Qué haría ahora? ¿Cómo le diría a su familia? ¿Qué haría su padre cuando se enterase? Estaba perdida, Hinata no encontraba el camino que debía seguir, el día anterior -cuando se había enterado de su estado- había pensado que contaría con la ayuda de Kiba, pero eso ya no era una opción, simplemente no podía decírselo.



Cerró los ojos, se sentía mareada. No sabía si era por su estado o simplemente porque la situación en la que se encontraba la hacía llorar todo el tiempo. No entendía cómo había llegado a esa situación, bueno sí entendía pero eso no tenía sentido. Con Kiba siempre se habían cuidado, la única vez que no usaron protección fue la primera, pero luego de esa oportunidad su periodo le había llegado. Recordaba a la perfección lo preocupado que estaban ambos, él más que ella, o al menos Kiba había sido más demostrativo.



–Hinata… –La miró a los ojos, intentando decirle algo, algo que ella ya sabía pero que no quería mencionar –Debemos hacer algo… ¿Tú… Tú tomas algo, te cuidas de alguna forma? –Su nívea piel se tiñó de un rojo intenso, no podía creer que Kiba le estuviese preguntando algo así, era demasiado, simplemente cerró sus ojos y negó con la cabeza.



–K-Kiba… ¿P-Podemos no, no h-hablar del… del t-tema? –El Inuzuka la miró incrédulo, cómo esperaba ella eso.



–No tienes que avergonzarte, no pasa nada… –Tomó aire y luego le preguntó sin muchos rodeos –¿Cuando fue tu último periodo? –Hinata retrocedió completamente avergonzada, no quería contarle esas cosas a él, no se sentía cómoda hablando de eso con nadie –Hinata… –Susurró contra su oído al mismo tiempo que la abrazaba –Lo necesito saber, así podremos calcular si estabas o no ovulando…



Con lágrimas recorriendo su rostro, sacudió su cabeza e intentó olvidar ese día. Kiba había sacado la cuenta al menos cinco veces, ella misma lo había hecho y ciertamente parecía imposible que corriesen algún riesgo. Sus temores se despejaron completamente cuando el periodo de Hinata llegó el día que debía. No fue igual que siempre, la cantidad y los días disminuyeron notablemente, pero ella pensó que tal vez fuese producto de los cambios de su cuerpo. Ahora tenía sus dudas.



Sabía que debía hacer algo, debía ir al médico o decirle a alguien, pero en ese momento en lo único en lo que podía pensar era en Kiba. Le dolía ocultarle semejante noticia, pero era por su bien, no podía agregarle más preocupaciones a él, ni tampoco quería presionarlo. Desde que había visto aparecer las dos rayitas en la prueba casera, había decidido que no le pediría nada a Kiba. No quería atarlo a su problema.



Se metió en la ducha dispuesta a relajarse, dejó que el agua caliente la bañase por completo. Se repetía una y otra vez que debía ser fuerte, que debía soportar todo, pero esas cosas nunca habían sido su fuerte. No estaba en su naturaleza el poder enfrentarse a todo y a todos con soltura, pero sí era propio de ella conseguir lo que se proponía gracias a terribles esfuerzos y supuso que esta vez no sería la excepción.



Salió del baño cubierta por una bata blanca y prácticamente corrió de vuelta a su dormitorio, no quería ver a nadie. Estaba segura que no podría ocultar su sufrimiento. Una vez encerrada en su alcoba se quitó la bata y -como nunca hacía- se miró en el espejo. Observó detenidamente su cuerpo, contempló su abdomen. Había un ligero cambio, pequeño pero visible. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Hinata estaba segura que todo era producto de aquella primera vez, tendría que haberse preocupado cuando su periodo disminuyó notablemente.



La primera vez podría haberlo dejarlo pasar, y así hizo, pero la segunda no, e igualmente ignoró la situación. Un solo día unas pocas gotas y eso había calmado su ansiedad, ahora comprendía que había evitado ver eso que tanto temía. Calculó con sus manos una vez más… ¿Tres meses? Sí, no creía estar equivocada pero… ¿Qué significaba ese sangrado? ¿Estaría bien el bebé? La cabeza le daba vueltas, el estómago se le retorcía, y ya no aguantó más. Corrió de regreso al baño y vomitó todo lo que había comido la noche anterior.



–¿Hinata-sama, te encuentras bien? –Preguntó Neji a través de la puerta del baño. La aludida rápidamente se puso de pie -lo que le provocó un nuevo mareo- y contestó con la mejor voz que pudo componer.



–S-Si Neji-nii-san, me… me e-encuentro bien –Se sostuvo del lavado hasta recuperar el equilibrio y volvió a escuchar la voz de su primo.



–Te espero en el patio delantero para comenzar el entrenamiento –Oyó los pasos de Neji alejarse y fue ahí cuando pudo volver a respirar con tranquilidad.



Lavó sus dientes nuevamente, se mojó la cara para intentar recuperar fuerzas y salió del baño. Caminó a su habitación una vez más. No podía entrenar, no con él. Primero, Neji podría darse cuenta de su estado al usar el Byakugan, recordaba muy bien como ella había visto, a lo largo de todo el embarazo, el circuito de chakra del pequeño Asuma dentro del vientre de Kurenai, y además estaba la posibilidad de que –de no darse cuenta- lo lastimara sin querer.



Se vistió con sus ropas habituales, arregló su apariencia lo mejor que pudo y salió de la seguridad de su cuarto. Caminó despacio, sus manos le temblaban y sentía a sus piernas débiles, no creía poder mentirle a Neji, pero necesitaba hacerlo, no podía decirle la verdad, no aún, no cuando todavía no era necesario. Lo miró desde lejos, la seguridad que emanaba él era tal que la hacía temer aún más. Era estúpido, ella lo sabía pero no podía controlarse.



–Neji-nii-san… Y-Yo… Y-Yo l-lo siento, p-pero no… No p-podré e-entrenar h-hoy… –La mirada clavada en el piso, las manos húmedas por la transpiración y su cuerpo sacudiéndose de los nervios. Hinata no creía poder soportar mucho más, sentía que de un momento a otro perdería el conocimiento.



–¿Te encuentras bien? –Preguntó Neji preocupado, su prima se estaba comportando de manera extraña, incluso parecía enferma –¿Quieres ir al hospital? –La simple pregunta pareció descomponer aún más a Hinata.



–¡N-No… No… N-No h-hace f-falta, n-no t-te p-preocupes Neji-nii-san! –Respondió como pudo, la presión que sentía era demasiada, no creía estar recibiendo el aire suficiente, quería irse de allí enseguida.



–De acuerdo –Aceptó Neji –Iré a entrenar con Tenten… –Sin decir nada más, se dio media vuelta y comenzó a alejarse de Hinata.



Rendida ante la presión, dejó que sus piernas se flexionasen y cayó de rodillas al piso. Su cuerpo no soportaba más, eran muchas cosas, demasiadas y extremadamente dolorosas. Si el día anterior había estado mal por enterarse que estaba embarazada, no podía ni describir cómo se sentía en ese momento. La noticia de Kiba la había destrozado, lo necesitaba, lo amaba tanto que no podía ni imaginarse cómo haría para pasar tanto tiempo sin él.



Y quizás no regrese. Una vocecita dentro suyo le recordó esa dolorosa posibilidad. La hizo soltar un sollozo, no podía considerar esa opción, debía aferrarse a la idea de que él volvería, porque de lo contrario no podría sobrevivir. Estuvo arrodillada en la dura tierra por varios minutos. Su flequillo ocultaba sus ojos enrojecidos, tapaba las silenciosas lágrimas que lloraba por él, por Kiba.



Reunió todas sus fuerzas para levantarse del suelo cuando vio acercarse a un miembro del consejo, obviamente no caminaba hacia ella, simplemente Hinata se encontraba en su camino, pero de igual manera ella no quiso arriesgarse. Nunca le daban importancia y las pocas veces en que se dignaban a observarla se esforzaban en buscar y marcarle a su padre sus fallas y Hinata creía que la imagen que estaba dando en ese preciso instante demostraba cuan débil y vulnerable era. Por eso, un poco mareada y aún con las piernas débiles, se pudo de pie y caminó de regreso a su cuarto.



No llegó a recostarse, apenas si pudo cerrar la puerta de su dormitorio. Eran demasiadas cosas, el mareo cada vez más intenso y el aire ya no le alcanzaba, no al menos para permanecer despierta. Con un último susurro cayó desmayada.



–Kiba…







–¡Onee-chan! –Gritó Hanabi al ingresar al cuarto de su hermana después de haber estado tocando su puerta por diez largos minutos –¡Onee-chan! –Volvió a insistir mientras se arrodillaba a su lado y tomaba su muñeca para controlar su pulso.



–¿Ha… Hanabi? –Preguntó apenas abriendo sus ojos.



–¡Hinata! –Gritó un poco más aliviada la pequeña de los Hyuuga –¡¿Qué sucedió? –Miraba a su hermana mayor con temor, verla tirada en el suelo le recordó aquella vez en la que su primo Neji la había atacado durante los exámenes chunin.



Hinata intentó responderle, pero no sabía qué decir. Suponía que se había desmayado, pero solo lo suponía ya que prácticamente no recordaba nada luego de haberle dicho a Neji que no podría entrenar con él. En un movimiento reflejo llevó sus manos a su vientre, estaba preocupada. No era una experta en el tema pero estaba prácticamente segura que algo no iba bien. Sin embargo aún no podía pensar en ello, todavía necesitaba hacer algo.



–¿Qué hora es? –Estaba decidida, necesitaba hacer algo.



–Las siete… –Hinata miró hacia la ventana, comprobando lo que sospechaba, había perdido el conocimiento prácticamente por un día –Onee-chan, ¿qué sucede? ¿Te encuentras bien?



–S-sí… Y-Yo… D-Debo s-salir por… por un momento –Hanabi miró a su hermana preocupada, ella nunca se comportaba así e inclusive le pareció que estaba algo enferma, estaba demasiado pálida.



Levantarse del suelo le requirió más fuerza y energía de la que normalmente utilizaba, al parecer su cuerpo estaba resentido, pero por el momento no le dio importancia. No sabía si aún estaba a tiempo, no sabía si llegaría, pero debía intentarlo. Hizo una pequeña reverencia hacia su hermana y salió de su habitación corriendo, dejando a Hanabi completamente sorprendida y una tanto desorientada.



Corrió por las calles de Konoha a toda velocidad. La respiración completamente descontrolada, sus pulmones soportando cada vez menos el ritmo y su cabeza dándole vueltas a causa del escaso oxígeno. Le dolía todo, principalmente su corazón, pero era exactamente por eso por lo que no podía parar. Debía intentarlo, debía llegar…



–¡Kiba! –Gritó cuando divisó la puerta de la aldea, un grupo de shinobis estaban a punto de abandonar Konoha y entre ellos se encontraba él.



El castaño, como si hubiese estado esperando inconscientemente ese grito, se volteó en seguida y ahí la vio. Con la respiración agitada y sus cabellos despeinados a causa de la corrida se detuvo frente a él. Estaba hermosa, como siempre. Se acercó a ella lentamente, más Hinata tenía otros planes. Se lanzó a abrasarlo y se aferró a su cintura como si el mundo se terminase en ese instante, no le importó nada, simplemente se puso en puntitas de pies y besó sus labios.



Kiba, sorprendido por el comportamiento de Hinata, tardó unos segundos en reaccionar pero al poco tiempo estuvo devorando su boca como solo él sabía hacer. La amaba tanto que creía haber perdido su corazón, estaba seguro que ella se lo había robado. No fue hasta que Ko carraspeo que se percató de la escena que estaban dando. No que a él le importase, pero le parecía de otro mundo que Hinata hubiese ido corriendo hasta él y lo hubiese besado de esa manera frente a todos.



–Hinata… ¿Sabes que todos nos están viendo? –Preguntó medio divertido, aunque claro, nada de eso era divertido.



–E-Esto…. E-Eh… ¿T-Te m-molesta?... Y-Yo… Y-Yo… Yo lo s-siento… –Tal vez se hubiese equivocado, ella había supuesto que a esas alturas ya no importaba nada más, porque tal vez esa fuese la última vez que lo viese y no quería guardarse nada.



–¿Bromeas? –Preguntó divertido Kiba –¡No debes disculparte! –Le aseguró y luego volvió a probar sus labios.



Quiso controlarse pero eso nunca había sido fácil para él y al saber el tiempo que le esperaba lejos de ella simplemente se le hizo imposible contenerse. Besó a Hinata con todo lo que tenía, no le importó si era un beso desesperado, si clavaba un poquito de más sus colmillos o si tenían público. Hinata había ido hasta él, lo había besado delante de todos y eso era mucho más de lo que él había esperado justo antes de partir. La miró a los ojos y se perdió en esas perlas, se olvidó de todo y de todos por un momento y susurró aquellas palabras que solo le había dicho a ella.



–Te amo…



–Yo también –Hinata entrelazó sus manos y dejó que su cuerpo sintiese la calidez que solo Kiba le transmitía.



–¿Sigues sosteniendo lo que me dijiste ayer? –Su corazón pareció detenerse hasta que ella asintió suavemente.



–Y-Yo… Yo te esperaré –Una gran sonrisa se dibujó por el rostro del chico, pero pronto se borró cuando ella comenzó a titubear –Y-Yo... E-Esto…. ¿T-Tú… T-Tú ….? –La mirada de Hinata se apartó de Kiba y se dirigió hacia las dos chicas que estaban esperando a Inuzuka. Ino y esa otra chica que ella no conocía.



–¿Te preocupan Ino y Yugao? –Hinata asintió completamente sonrojada, seguramente se estaba comportando como una tonta. Kiba estalló en risas haciendo que Hinata se removiese nerviosa entre sus brazos, tal vez no había sido la mejor reacción, por eso se apresuró en decir –No te preocupes… Ya te lo dije una vez, no me interesa nadie más que no seas tú –Acarició la mejilla de la chica con su mano –Te voy a extrañar… mucho.



–Y-Yo t-también – Besó la mano de él que justo rozaba sus labios y luego cerró los ojos mientras se fundían en un nuevo abrazo.



Permanecieron en silencio. Sus cuerpos completamente pegados, sus corazones latiendo al mismo ritmo, sus respiraciones tranquilas, disfrutando del último minuto de paz. Ya que en el instante en el que se separasen, sus vidas se volverían un completo sacrificio, hasta se animaban a decir que serían un infierno.



–¡Lamento interrumpir! –Gritó Ino rompiendo el momento –Pero debemos irnos… –Hinata se sonrojó violentamente y comenzó a tartamudear una disculpa, disculpa que la rubia rechazó –No te hagas problema Hinata, si el vago de Shikamaru hubiese venido probablemente sería a mí a la que tuviesen que apurar –Bromeó Ino –Y por cierto…. ¡Se lo tenían bien guardado! –Kiba abrazó a Hinata para que ésta se tranquilizase y luego ordenó a Ino que les dejase un minuto a solas, había llegado el momento.



La abrazó aún con más fuerza y enterró su rostro en su cuello. Aspiró su perfume una vez más y dejó nuevamente su marca en su piel. Era una tontería, sabía que se le borraría antes de que si quiera llegase a destino, pero igual necesitó hacerlo. Besó sus labios por última vez y se alejó de ella. Caminó hasta donde estaba el resto del grupo y atravesó junto a ellos la puerta de la aldea. Los ojos le picaban, sabía lo que eso significaba, quería llorar, pero no se lo permitiría, no frente a todos.



Se volteó para verla una vez más y ahí estaba. Su rostro bañado en finas lágrimas, su cabello despeinado y sus labios levemente hinchados a causa del beso. Estaba hermosa… aún cuando doliese verla así, estaba simplemente radiante. Cerró los ojos y volvió su vista al frente.



Hinata lo siguió con la mirada hasta que él desapareció de su campo de visión. Sintió su mundo derrumbarse y simplemente no tuvo más fuerzas para seguir en pie. Se derrumbó allí, sus rodillas golpearon el suelo una vez más. Se sentía mal, muy mal… estaba seguro que de continuar así se desmayaría una vez más. Por eso, para evitar el desmayo, dejó que dos ninjas que estaban apostados en la puerta a modo de vigilancia, la ayudasen a ponerse en pie y la guiasen hasta el puesto donde minutos antes ellos se encontraban.



–No te ves muy bien, deberías ir al hospital –Mencionó uno de ellos, Hinata no pudo distinguir cuál de los dos, su visión era nublada –¿Quieres que te acompañe?



–¡N-No… N-No! –Dijo lo más firme que pudo –S-Solo… S-Solo m-me q-quedaré… m-me q-quedaré s-sentada a-aquí u-unos m-minutos…. –Los ninjas se miraron entre sí, a sus ojos Hinata lucía muy mal, pero estaba claro que si ella no quería ir al hospital no podían hacer nada.



Cerró sus ojos una vez más y en su mente apareció la imagen de Kiba, unas lágrimas silenciosas se escaparon de sus ojos. No debería llorar, no delante de aquellos dos sujetos, pero toda la situación era más fuerte que ella. Así que se quedó allí, sola y lejos de todo y de todos los que conocía. Con el dolor de verlo partir y la angustia de lo que le esperaba.

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